Creando desde el desconocimiento técnico

Los retos me ponen, debo reconocerlo. Y es que los desafíos siempre te obligan a salir de la zona de confort. En mi caso, me siento cómodo con ellos, pues me oxigenan, me mantienen vivo, y creo que incluso me excitan.

El año pasado Rabat (familia de joyeros de Barcelona) me propuso el reto de crear mi propia colección de joyería masculina, sin interferencias por su parte y con total libertad para hacer lo que quisiera. Creo que el desconocimiento o la ignorancia técnica nos ayudan a no ponernos limites ya que, si racionalizáramos todo, nos pondríamos muchas más barreras de las que pensamos.

Reconozco que la joyería es un campo delicado en el mundo del diseño. Es complicado hacer creaciones que sobrevivan al paso del tiempo, cuando las modas cambien y los gustos se transformen.

Con ese espíritu fue como nació esta colección de joyería masculina (que más de una mujer ya ha adquirido). Creamos las piezas a partir del estilo mediterráneo que reivindicamos en Avellaneda, pero también con esencia oriental.

A continuación tenéis el texto que escribí para explicar la colección, y que aunque os parezca extenso (que lo es), es básico (lo siento) leerlo para entender la colección que desde Enero se encuentra en tiendas.

Por cierto, ¿mi pieza favorita de la colección? La cadena de eslabones y el sello en lapislázuli.

Suele decirse que en el origen de toda creación hay una hoja en blanco. En el caso de la primera colección de joyería masculina que Avellaneda ha concebido para Rabat, esta afirmación se cumple de manera literal. La hoja en blanco es el origen del origami, y el origami es la inspiración principal de un conjunto de piezas que se enfrentan a la joyería sin ideas preconcebidas, con el único objetivo de explorar las propiedades de los materiales y obtener la mejor versión de los mismos.

No estamos, sin embargo, ante un mero ejercicio de orientalismo. Las formas facetadas de los anillos –una revisión contemporánea del sello clásico– evocan las geometrías del cubismo a través de tres piedras –ónix, lapislázuli y coral– cuyo cromatismo no habría desagradado a Mirò. A su vez, la fuerza expresiva de los materiales traza una sutil línea entre los mares de Japón y el Mediterráneo, escenario natural del lujo relajado que Avellaneda lleva reivindicando desde su primera colección. El objetivo aquí es reescribir los códigos de la joyería masculina. Proponer, por ejemplo, tallas y formas inéditas, desarrolladas mediante un largo proceso de investigación formal en colaboración con los artesanos de Rabat. O imprimir un sello de masculinidad a la alta joyería –oro rosa, brillantes, piedras– mediante un empleo muy contemporáneo de la geometría.

Avellaneda propone esclavas y alianzas con estructuras poliédricas, una pulsera de eslabones de reminiscencias déco y una colección de gemelos cuyas piedras, en una talla hexagonal propia, constituyen un desafío a la dictadura del tiempo. La joyería, a fin de cuentas, es un ejercicio de premonición, que aspira a crear piezas que sigan ahí cuando las modas cambien y el gusto se transforme. La respuesta de Avellaneda a este reto está en estas piezas. Geometría, espíritu mediterráneo, abstracción, materiales de lujo e impecable artesanía son, así, los mejores aliados para que la joya de hoy siga siendo la joya del hombre de mañana.

En todas las fotografías llevo pantalón de Acne Studios, camisa de Avellaneda, cinturón de Orlebar Brown y joyas de Avellaneda para Rabat

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