Daily blog Japón: día 5 (Takayama)
Es sábado y me levanto temprano en Takayama. Para mi sorpresa, dormir en el futon es más cómodo de lo que pensaba y, aunque no lo cambio por un colchón, creo es perfecto para gente que sufre de problemas de espada como yo, o eso me parece. Quizás cuando llevará dos semanas no pensaría igual. Así que me levanto, me pongo el yukata y en vez de usar la ducha de la habitación, vuelvo al baño público de la noche anterior. Creo que hay que aprovechar cuando nos encontramos en un país de cultura tan distinta a la nuestra para sumergirse en ella al cien por cien. Hoy sí que sigo los pasos que vi hacer al hombre, pero reconozco que cambio alguno de sus rituales, sigo pensando que necesito ducharme de nuevo al final En el desayuno me reciben en una sala con suelo de tatami y mesas a ras de suelo. La verdad es que ver esta tradición me hace preguntarme cómo la gente mayor puede aguantar el ritmo continuo de sentarse y levantarse del suelo. Quizás es por eso, a causa de ejercitarlo tanto, que la mayoría de ancianos asiáticos tienen las articulaciones perfectas y gozan de buena salud. Una vez desayuno salimos a la calle a descubrir Takayama a la luz del día, pero tenemos la mala suerte que diluvia, o como dice una amiga mía, cae confeti del cielo (me gusta más así que pensar que es mala suerte). El guía nos propone hacer una ruta gastronómica por la ciudad. La verdad es que Takayama, a pesar de haberse convertido en destino turístico, sigue manteniendo su esencia tradicional. Visitamos una fábrica de sake y la verdad es que a las diez de la mañana no es muy recomendable beber alcohol, pero es lo que toca y bebo varias veces. Creo por eso me da igual que llueva. Luego vamos al mercado y allí nos explican mil cosas sobre tradiciones gastronómicas como cuáles son los dulces típicos, los cultivos que hacen… Cuando voy a un país extranjero siempre intento ir a un mercado porque creo que se pueden aprender muchas cosas de una cultura distinta a la nuestra viendo los productos que utilizan en su cocina. Salimos de allí y sigue diluviando así que decidimos cobijarnos en un café donde entramos en calor y nos enseñan cómo se hace la pasta de arroz. Una vez más me sorprendo de lo extremadamente amable que es la gente. Creo que en nuestra cultura deberíamos aprender un poco de ellos, y ser más pasionales a la hora de atender a otra personas. De ahí nos vamos a visitar una calle con casas antiguas, una fábrica de miso y luego toca ir a comer, así que insisto al guía para que nos lleve a comer al sitio donde cenamos la noche anterior, pero cuando llegamos está cerrado a cal y canto… No obstante, de repente la dueña nos ve desde dentro, nos insiste en que entremos y ¡nos abre el restaurante para nosotros! ¿Es o no es impresionante la cultura de este país? Por la tarde con las pilas cargadas visitamos el Sakurayama Hachimangu Shrine, un templo precioso situado en una pequeña colina rodeado de grandes árboles. En él se encuentra el museo de las carrozas que utilizan para el festival de otoño. Si vais os recomiendo subir por unas escaleras que quedan a la izquierda del templo. Son muy empinadas, pero vale la pena subir para ver las vistas. Ya por la noche toca cena tradicional y, muy a mi pesar, sigo sin entender nada, pero eso no quita que disfrute muchísimos. Os podría explicar los platos, pero entonces este post sería interminable, y sinceramente no me acuerdo porque necesitaría tomar notas. Después de la cena me voy a dormir porque al día siguiente toca madrugar para ir hacia Kyoto, así que no os perdáis el post de mañana. Fotografías e imágenes Juan Avellaneda |